SOCIEDAD

La educación online: una odisea para las familias más pobres

La falta de aparatos electrónicos y de Internet acentúa aún más la brecha educativa en las Islas

Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 0 COMENTARIOS 12/05/2020 - 08:17

La educación en la era del Covid-19 también deja víctimas en la sociedad canaria. La curva la encabezan alumnos a los que la conexión a Internet no llega a sus hogares o carecen de recursos tecnológicos para seguir las clases. Los expertos ya han dado la voz de aviso, la docencia online acrecentará aún más la brecha educativa en las Islas.

El temor a un nuevo brote de contagios del Covid-19 ha hecho que la ministra de Educación, Isabel Celaá, empiece a plantear el nuevo escenario que encontrará el alumnado cuando regresen a las aulas en septiembre. Si no hay vacuna, la titular de Educación ya ha dejado claro que los colegios tendrán la mitad de los alumnos. El resto deberá seguir las clases online desde casa. Pero, ¿estamos preparados para afrontar la educación online en la era coronavirus?

El sociólogo y profesor de la Universidad de La Laguna José Saturnino Martínez asegura que esta migración de lo presencial a lo virtual “no se ha hecho pensando en las herramientas virtuales ni cómo acomodar la didáctica a la cuestión virtual, sino que ha sido algo sobrevenido”.

Un curso virtual tiene una metodología y un diseño distinto a uno presencial, pero “este se ha hecho de una manera sobrevenida con lo que la didáctica no está realmente pensada para el paso de lo presencial a lo virtual”, apunta este profesor universitario. Y apostilla: “Cuando lo virtual está pensado desde el origen no hay problema, pero cuando es una situación como esta cabe esperar que haya un aumento de desigualdad”.

Este modelo educativo desde casa plantea escenarios y situaciones dispares. Uno de los motivos está relacionado con las infraestructuras. “No todos los hogares cuentan con el espacio físico y con el acceso a la tecnología que hace falta. Incluso, hay algunos donde la gente tiene que teletrabajar y, a lo mejor, no cuentan con todos los dispositivos electrónicos que hacen falta”, o los metros cuadrados necesarios para “estudiar de una manera aislada con respecto a las casas”, señala el sociólogo de la ULL.

Además, continúa explicando Martínez, hay también una parte más física, relacionada con cuestiones del tipo económico y cultural en el sentido de que “las familias que tienen más nivel cultural tienen más capacidad para hacer un seguimiento de cómo va el nivel educativo de sus hijos. No todas las familias pueden lidiar con la misma facilidad las exigencias educativas”.

El profesor también asegura que el alumnado de sectores populares “aprovecha mejor” la docencia que está más estructurada. En cambio, en la docencia virtual es “más difícil estructurar las clases por lo que la presencia en el aula contribuye como un igualador. Esta falta de tiempo en el aula va a hacer que haya menos igualación”.

Además, no toda la educación es igual. Martínez incluye a su exposición diferentes variantes: no es lo mismo una docencia virtual con niños de ocho años que con adolescentes de 17, tampoco lo es con una asignatura como Historia, que pueden ver videos, que una de matemáticas donde hay que estar más pendiente de los ejercicios y de la resolución, o una Formación Profesional donde hay que hacer prácticas.

La nueva situación ha hecho que la tecnología se instale a golpe de virus en el sistema educativo. Canarias, con un 20,8 por ciento de abandono educativo temprano según la última Encuesta de Población Activa (EPA) referente al cuarto trimestre de 2019, afronta el nuevo reto educativo con el temor de dejar en el camino a más alumnado.

José Saturnino Martínez, sociólogo: “No todos los hogares cuentan con el espacio físico y con el acceso a la tecnología que hace falta”

Para evitar que la brecha digital sacuda aún más a los alumnos canarios, la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias comenzó, poco después de decretarse el estado de alarma, con el reparto de tabletas y tarjetas SIM.

En la isla de Fuerteventura, la Consejería de Educación se plantea como objetivo inmediato cubrir la demanda que ha llegado desde los centros para los niveles de sexto de primaria, cuarto de la ESO, primero y segundo de Bachillerato, Formación Profesional Básica y ciclos formativos de grado medio y superior. De las entregadas por Educación de forma directa, Fuerteventura recibió 51 en el primer reparto y contemplaba recibir 179 en el segundo, previsto para la primera semana de mayo.

Desde la Consejería adelantan que en el tercer reparto se cubrirán los ciclos formativos de grado medio y superior, que es un número muy inferior (se han solicitado 10), y se cubrirán algunas necesidades que hayan podido quedar sin respuesta desde los fondos de los centros educativos. Según los cálculos,  los centros deben repartir 140 tabletas, alcanzando así la cifra total de las 380 que se precisan para los niveles de referencia.

La Consejería de Educación del Cabildo de Fuerteventura también ha desplegado una serie de recursos para hacer llegar ordenadores, tabletas y tarjetas de datos a los alumnos que lo demanden. Hasta el momento, han dado respuesta a 15 solicitudes de estudiantes universitarios.

La consejera del área, María Jesús de la Cruz, explica que, desde el Cabildo, se está coordinando con la Consejería regional y con los centros educativos que lo han solicitado para ayudar en el reparto. Además, a través de la empresa privada, en este caso La Caixa, “hemos conseguido 50 tabletas que se han ido repartiendo”. “En el día a día nos vamos adecuando a la realidad”, explica De la Cruz, sobre todo intentando dar respuesta a las familias que “han empezado a solicitarnos tarjetas de datos, tras darse de baja en Internet por no poder seguir haciendo frente al pago”.

Sin tabletas

A la espera de tabletas se encuentran los tres hijos de María. Sus edades oscilan entre los 16 y los 12 años. Están repartidos por cuarto y tercero de la ESO y sexto de Primaria. En su hogar entraban 233 euros, que cobraba por trabajos de limpieza hasta que el Covid-19 la dejó sin empleo. Con esos ingresos y tantas bocas que alimentar, resulta complicado plantear un discurso en torno a la digitalización y la necesidad de aplicar la innovación tecnológica a la educación.

Tras decretarse el estado de alarma, los tutores de sus hijos se pusieron en contacto con ella para plantearle la posibilidad de apuntar a los jóvenes en un listado para que pudieran acceder a unas tabletas. Sin embargo, aún estos recursos tecnológicos no han llegado a su casa en El Time.

Mientras tanto, intentan ingeniársela con su móvil, “pero con él llego hasta donde llego”. Se tienen que repartir Internet, entre todos. “Es muy complicado que todos se puedan meter a la vez para descargar los deberes. A mi casa Internet tampoco llega bien”.

Las tareas del pequeño le llegan de la profesora por WhatsApp. Los mayores entran a la plataforma online donde se suben las tareas cuando Internet se pone de su parte. Al final, “están muy agobiados”, reconoce su madre.

Hasta ahora, los jóvenes habían recibido unas becas de Educación del Cabildo. Aunque ya el Ministerio ha asegurado que sólo repetirán curso casos “excepcionales”, los hijos de María tienen miedo a suspender y perder la beca. “Recibía 200 euros por cada niño que estuviera en la ESO, si ellos suspenden el curso y repiten la beca no me la dan. Al final, no deja de ser 400 euros que me permiten comprar el material escolar”, razona.

Ana Rosa, en el paro, sin prestación y con un hijo de cinco años: “Vamos a un locutorio porque no tenemos ni ordenador ni impresora”

En el hogar de Ana Rosa, en Puerto del Rosario, también se respira preocupación. El desasosiego llegó en enero cuando ella se quedó sin trabajo en un hotel. Un mes después, su marido recibía la carta de despido. Sin derecho a la prestación por desempleo, la pareja se ha visto recurriendo a las ayudas sociales.

Tienen un hijo de cinco años, al que el estado de alarma por la crisis sanitaria lo ha dejado sin ver a sus compañeros de clase y a sus padres con la preocupación de cómo lograr imprimir el material que envían desde el colegio.

“Vamos a un locutorio porque no tenemos ni ordenador ni impresora”, cuenta su madre. Si no encuentra una mano solidaria que le imprima las tareas, no le queda más remedio que bajar al locutorio. En ocasiones, dos veces en semana. “Pago de ocho a nueve euros cada vez que voy porque, además, son copias a color”, explica.

Ha tenido que pagar unos 30 euros para que su hijo pueda seguir conectado a la educación, “no es mucho”, reconoce, pero, tal vez, sí lo es para una casa donde no entran ingresos. “Ahora mismo, cinco euros para mí es como si fueran cinco mil euros”, concluye.

La quiebra digital en Fuerteventura también afecta a las familias que viven en diseminados a los que no llega la conexión a Internet. La mayoría de los puntos negros se localizan en la zona de Barlovento: Cofete, Ajuy, Aguas Verdes y la playa de Los Molinos o Pozo Negro en la zona de Sotavento. En ellos apenas viven familias, aunque hay excepciones.

Tampoco la fibra óptica llega a todos los hogares majoreros. Cuando empezó el confinamiento, Paola tuvo que enviar a sus dos hijos de 16 y seis años con su madre a Fenimoy, en el municipio de La Oliva, un cercado cerca de la montaña de Escanfraga con un par de ganaderías a las que llega el viento, pero no Internet.

Paola cuenta que, tras decretarse el estado de alarma, tuvo que continuar yendo a su puesto de trabajo en el aeropuerto donde trabaja para una empresa de seguridad. “Como tenía que seguir trabajando y era personal de riesgo por estar en contacto con mucha gente, sobre todo pasajeros, decidí mandar a los chiquillos con mi madre y así tampoco estaban solos tantas horas en casa”, cuenta.

Desde mediados de marzo y hasta la última semana de abril, cuando los niños pudieron regresar a casa con su madre, han estado sin ordenadores ni conexión a Internet. Ahora, Paola teme que el estar un mes apartados de las clases les pase factura. Los compañeros, sobre todo de la mayor que estudia primero de Bachillerato, han tenido que entregar trabajos a través de la plataforma. “Ahora no sé cómo puede recuperar el tiempo perdido”, se preguntan Paola y su hija.

El sociólogo José Saturnino Martínez apuesta por tener en cuenta actividades formativas y educativas en verano. Respecto al diseño del curso que viene cree que se debe plantear “aceptando que el alumnado no está en el punto que se esperaba porque ya ha pasado por esta situación de pandemia y también pensando que el curso que viene no va a ser normal sino un curso post-pandemia y es bueno que se diseñe en esa medida”.

Martínez insiste en que es necesario tener claro que en octubre no empezarán las clases como cualquier año, sino que comenzarán “sabiendo que se ha pasado por esta crisis y que el alumnado ha tenido dificultades, por lo que habrá que ajustar el comienzo de curso al final del anterior”.

Añadir nuevo comentario